jueves, 3 de agosto de 2017

¿Hasta cuándo el miedo?



 ¿Hasta cuándo el miedo?

"Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida";

Cuando el poeta Ricardo Eliécer Neftalí Reyes (Neruda) escribió esta frase estaba completamente consciente que lo único que nos hace sentir verdaderamente vivos es el estado de enamoramiento; y siendo más amplios para ayudar al poeta, pienso que sentir amor hacia otra persona independientemente del tipo e intensidad de éste, le proporciona sentido a nuestras vidas. Sin embargo; la mayoría de nosotros asociamos el amor con el dolor de la pérdida, del fracaso y el sinsabor que provoca relacionar tu vida con alguien que tiene intereses completamente diferentes o contrarios a los tuyos, pues, es bien sabido que en ese tipo de relaciones amorosas, mal llamadas tóxicas, pues a mi juicio son más bien relaciones de crecimiento y evolución, donde cada quien pretende guiar el timón del rumbo de la misma a su beneficio de forma egoísta y simplista, provocando infelicidad en ambas partes.
Pues, supongo que todos hemos pasado por ese tipo de relaciones, finalmente es una etapa de enseñanza y experiencia adquirida que enriquece nuestra percepción de la vida, y logra enfocarnos en nuestros verdaderos intereses o bien propósito. Pero, sucede que a veces, nos enfrentamos con el miedo de repetir experiencias similares, por aquello de que los psicólogos dicen que las lecciones no aprendidas se repiten.
Es así como en cada aspecto de nuestras vidas, dejamos de hacer cosas por el miedo que nos provoca el cambio que esto trae consigo; como si pudiéramos evitar acaso el cambio; lo cierto es que nos privamos de muchas cosas por miedo a las consecuencias, siendo que las consecuencias están siempre implícitas en todo lo que hacemos de cualquier manera.
Fíjense un caso muy común, el del hombre aventurero y mujeriego con un miedo abismal al compromiso porque no admitirá cambiar sus costumbres o sentirse responsable por alguien más además de él, esto es puro y obvio miedo. ¿a poco no?; porque el común indica que igualmente quedara luego de sus 40 o más con la persona menos indicada para acompañar su vejez, o peor, a expensas de hijos faltos de amor hacia él causado por la siembra de la irresponsabilidad y la ausencia en ellos o, en el mejor de los casos simplemente repitiéndoles precisamente el ejemplo de inestabilidad emocional que recibió quizás él cuando niño igualmente.
Por otro lado, y no menos común, está el caso de la mujer exigente y melindrosa que busca un hombre que llene todos los espacios vacíos de sus infinitas complejidades y, con una lista de requisitos interminables cual solicitud de crédito hipotecario en un banco estadal; que aparte de eso cree la muy ilusa que esa persona puede solucionarle sus taras emocionales y finalmente “hacerla feliz”.

Estos tipos de personas no definen sus actitudes con la promiscuidad o exigencia de facultades personales a sus parejas; sólo tienen miedo, están llenas, es más abarrotadas hasta el cuello de miedo, ¿acaso creen que el miedo a la muerte es el único que nos paraliza?, particularmente yo no lo creo, más bien el miedo a vivir es más común en las personas, algunos le dicen miedo al fracaso, pero en realidad es miedo a la vida.

En todo caso, para qué tener tanto miedo a equivocarnos si igual en cualquier momento nos equivocaremos, se supone que debemos equivocarnos así funciona la vida, claro está esto no significa que aun viendo el desfiladero nos enrumbemos corriendo hacia él, cual ganado desbocado. Entonces, tú me vas a perdonar, pero de qué sirve tenerle miedo al fallo si éste es inevitable, es casi como decir que tememos a la muerte, aunque sabemos que esta llegará en cualquier momento.

Ahora bien, esto no quiere decir que no planifiquemos, pensemos, reflexionemos o bien estemos consientes de las consecuencias antes de actuar; pero, no debemos hacerlo a través del miedo, hagamos esas suertes de reflexiones previas a través de la confianza de saber que tal vez, nos equivocaremos igual, pero, luego de eso, estaremos más pendientes de lo que significa levantarse siendo evidentemente una versión 2.0 mejorada de nosotros mismos.

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